La borrachera la paga papá
lunes 10 de junio de 2013, 00:00h
Decíamos los chavales en nuestra ya lejanísima niñez aquello de: “el que rompe, paga”, en alusión a que los daños que pudieran producir nuestras travesuras en las cosas, deberían ser reparados por nuestros progenitores, obligación que no se cuestionaba, ni había que recurrir a la justicia para ejecutar lo que parecía justo: que si el hijo de uno rompía de un pelotazo el cristal de la ventana ajena, el padre del rompedor pagara la reposición del vidrio quebrado.
Esa máxima de que el que rompe, paga, sigue estando viva, aunque generalmente se convierte en litigio y acaba en los tribunales. El progenitor es responsable pecuniario de los errores, travesuras y desmanes de los menores bajo su tutela. Ahora se quiere hacer responsables a los tutores, de las borracheras, que ahora se denominan intoxicaciones etílicas, de los comas etílicos, de sus menores tutelados.
Me parece bien, si con ello se consigue ejercer algún tipo de control sobre las adicciones de los menores al alcohol. Existe una co responsabilidad de los padres en estos hábitos lesivos para sus hijos. No puede ser que los jóvenes se inicien a edad cada vez más temprana en el hábito del consumo de alcohol. No puede ser que chavales de quince años vuelvan casa cada fin de semana hechos unos zorros después de una larga noche-madrugada de botellón, donde el objetivo es consumir el máximo al menor precio posible. Hay una responsabilidad de los tutores y es preciso un control cuando se inician en hábitos perniciosos. Las urgencias de los centros hospitalarios saben de la cantidad de chavales con coma etílico que ingresan los fines de semana.
Dicho esto, estando a favor de que se multe a los padres de los menores que se emborrachan algo más que de forma ocasional, es necesario hacer un llamamiento serio a la responsabilidad de las instituciones, sobre todo a esos ayuntamientos que permiten la práctica del botellón. Confieso que enfermo de indignación cada vez que conozco que un ayuntamiento de un pueblo, incluso de una gran ciudad, organiza, patrocina o apoya una vez al año la fiesta del botellón, o establece zonas permanentes para el ejercicio de esta práctica que termina abocando a muchos jóvenes a un camino sin salida. Me parece bien que se sancione a los padres o tutores de los menores aficionados a empinar el codo en demasía, pero también a los ayuntamientos que promueven o consienten esta práctica del botellón.
Ángel del Río.
Cronista de la Villa.