España es un país que tiene una larga tradición cervecera. Moritz fue fundada en 1856 en Barcelona, Mahou surgió en el año 1890 en Madrid, y Cruzcampo apareció en 1904 en Sevilla.
El sabor excelente de estas cervezas y su posterior diversificación –con la aparición de cervezas negras, cervezas sin alcohol…– ha consolidado a estas compañías entre las más importantes de Europa, y muchas de ellas se pueden encontrar en supermercados y bares por todo el globo.
La industria ha cambiado mucho con el paso de más de un siglo, y, por supuesto, hoy ya no fabricamos cervezas con la misma maquinaria que usábamos en 1910. El alcance internacional de nuestras cervezas solo ha sido posible gracias a la incorporación de nuevas técnicas de producción, una mayor especialización del personal, técnicas avanzadas de marketing, y sistemas de análisis químico avanzados como la valoración.
El sabor de nuestras cervezas es cada vez más apreciado
Las cervezas españolas se han ido abriendo camino en el mundo gracias a sus sabores únicos y bien elaborados. Quienes disfrutan con una Mahou o una Cruzcampo insisten en repetir una y otra vez a medida que se aficionan a su sabor, pero, para poder satisfacer a los paladares más exigentes, es necesario garantizar que las cervezas tengan siempre su sabor característico, con independencia de la región en la que se produzcan.
Esto es especialmente importante considerando que nuestras cervezas se expanden a cada vez más países. Empresas como Estrella Damm no se pueden conformar simplemente con vender ‘una cerveza’. Tienen que vender Estrella Damm, y por eso es tan necesario verificar que todos los pasos de la producción de la cerveza se mantienen intactos en cualquier planta. Solo de este modo se puede mantener la consistencia en el sabor y la textura del producto final.
La valoración química protege nuestra industria cervecera
La valoración química desempeña aquí un papel fundamental. Mediante este proceso de análisis químico, los especialistas pueden determinar la proporción que tiene cada ingrediente en una cerveza. De este modo es posible verificar si una nueva fábrica –o una nueva máquina en una fábrica ya existente– está produciendo una cerveza digna de llevar el nombre de la compañía matriz, o si es necesario recalibrar algo en el proceso.
Gracias a la valoración química, los fabricantes de cerveza pueden tener la tranquilidad de saber que sus productos se mantendrán intactos allá donde vayan. Esto permite a compañías como Alhambra, Mahou, Estrella Galicia o Dorada expandir sus horizontes sin renunciar al sabor que les es característico. De este modo pueden seguir apostando por su sello de calidad y, al mismo tiempo, abarcar mercados que de otro modo estarían fuera de su alcance.
Una industria cada vez más en auge
No se trata de una cuestión menor. Mientras que compañías como Inditex lo tienen relativamente más fácil para escalar sus operaciones, las compañías cerveceras necesitan apostar por tecnologías que les permitan mantener su calidad para poder expandirse. La industria cervecera –y la de las bebidas embotelladas en general– es una de las más importantes en España, y es responsable de miles de puestos de trabajo en el país.
El auge de nuestras compañías cerveceras no solo asegura los empleos directos de sus fábricas y sus centros de distribución, sino que además sustenta muchos otros empleos indirectos en bares, supermercados o tiendas de barrio. Y, por encima de todo, ha pasado a convertirse en todo un símbolo de la identidad española que hemos conseguido exportar a otros países gracias a nuestras marcas más emblemáticas.
La internacionalización es clave para el éxito
Incluso sin profundizar en los estudios de mercado más recientes, a cualquiera le resulta claro que la industria cervecera tiene serios competidores en el exterior. Compañías internacionales como Carlsberg, Heineken o Corona también operan en España, y, de hecho, abarcan una cuota de mercado cada vez mayor. Algunas de estas marcas son producidas y envasadas en España, como Heineken, que tiene acuerdos con diversas empresas cerveceras nacionales.
Como nuestras propias cervezas, estas grandes marcas internacionales también hacen uso de la valoración para garantizar la homogeneidad de su sabor. Carlsberg y Heineken pueden encontrarse en Estados Unidos, Latinoamérica, Asia, África, y, por supuesto, en toda Europa, lo que las convierte en auténticos titanes de la industria. Para poder competir con estas empresas de referencia, entonces, se hace necesario expandir las operaciones a otros países.
Estrella Damm distribuye sus cervezas en lugares tan distantes como las Filipinas, pero su cuota de mercado sigue siendo reducida incluso dentro de la propia España. Es muy difícil encontrar una Estrella en Madrid o una Mahou en Barcelona, por ejemplo. Las rivalidades locales reducen su expansión en el extranjero, dando pie a que los gigantes de la industria ganen terreno. ¿Podrán las cervezas españolas revertir esta situación en los próximos años?