Tenía 27 años y una vida por delante repleta de ilusiones y proyectos. Planes que hace doce años se truncaron y se vieron malheridos por el asfalto como consecuencia de un grave accidente en el que Andrés Herrera volvió a nacer. Pero lo hizo con una realidad diferente, cruel y difícil de asumir cuando todo parecía sonreírle: "Tras el accidente, cuando te dicen que no vas a volver a caminar, se te cae el mundo encima".
Una segunda vida, pensó, pero la lesión en la médula le postró en una cama durante un tiempo demasiado largo. Años de tratamiento en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y una intensa rehabilitación para volver a su casa y poder decidir cómo afrontar esa nueva supervivencia. Pero Andrés, afortunadamente, cuenta con una baza esencial para su recuperación: la vitalidad desmedida, herida, pero con ganas de salir adelante.
"Soy el Ferrari de estas lesiones", confiesa. El joven, que en noviembre soplará las velas de su 40 cumpleaños, sufre una lesión medular incompleta. Una vivencia que no se la desearía ni a su peor enemigo pero reconoce que sacó en él una fuerza oculta que le ayudó, con trabajo y esfuerzo desmedido, a comenzar a ponerse en pie ayudado por dos muletas. Pero no fue hasta someterse a la terapia celular cuando pudo dejar aparcada, durante más tiempo, su silla de ruedas.

La conversación se remonta a 2011, seis años después del accidente, cuando conoció a su talismán, a la persona que le tocó con "la varita mágica" y que le hizo sentir sensaciones que ya casi ni recordaba. "No olvido cuando recibí el mail del doctor en el que me decía que me habían considerado apto para iniciar el ensayo clínico de la terapia celular", recuerda Andrés. Jesús Vaquero, jefe del servicio de neurocirugía del Hospital Puerta de Hierro (Majadahonda), y su equipo le habían escogido para iniciar las pruebas de un tratamiento, en aquel momento, experimental que había conseguido excelentes resultados en ratas y cerdos.
"Este trabajo requiere el esfuerzo de muchas personas"
Con trato afable y cercano, a este talismán no solo para Andrés si no también para el futuro de la medicina, no le gusta interpretar los reconocimiento como algo personal. El Premio Madrid a la mejor Iniciativa Sanitaria viene a demostrar que el trabajo en equipo consigue resultados mejores: "Este premio es a una institución, a la sanidad pública. Este tipo de trabajos requiere mucho esfuerzo por parte de un numeroso grupo de personas". Lo cierto es que esta terapia celular supone un avance médico sin precedentes y augura mejorar la calidad de vida de cientos de personas. La lesión medular representa uno de los mayores problemas médicos y sociales, sin que existan terapias efectivas capaces de paliar las secuelas neurológicas que origina. En España se calcula que la paraplejia traumática presente una prevalencia en torno a los 50.000 pacientes y muestra una incidencia creciente, que oscila entre los 800 y 1.000 nuevos casos al año. Y aunque existen tratamientos con células, genes o tejidos, no todos son efectivos.

Conseguir que esta terapia celular funcionase ha sido resultado de un largo camino de espinas y rosas. Muchas horas en el laboratorio experimentando con células y dejándose la piel en interminables y agotadoras jornadas hasta que por fin llegó la ansiada oportunidad tras comprobar que un mamífero como el cerdo tetrapléjico conseguía recuperar la movilidad de las patas tras introducirle las células. El ensayo clínico con personas se hizo realidad en 2013: "Comprobar la efectividad de estos tratamiento lleva mucho tiempo". Se realizaron seis ensayos clínicos hasta que la Agencia Española del Medicamento autorizó la primera terapia celular desarrollada íntegramente por profesionales de la sanidad pública madrileña.
Un tratamiento personalizado
El desarrollo de esta terapia comienza en quirófano, donde se extrae médula ósea del propio paciente. A continuación se trasladan las muestras a una sala con condiciones ambientales específicas para evitar que se contaminen. En este espacio se separan las células madre y se cultivan para conseguir su multiplicación. Y esas partículas son las que se inyectan en la médula espinal y líquido cefalorraquídeo de los pacientes con microjeringas: "Este año queremos tratar a 30 personas. El único requisito es que la médula no esté seccionada porque el tratamiento no funcionaría".
La terapia celular mejora la movilidad y recupera la sensibilidad
Los resultados obtenidos hasta el momento hablan de un futuro esperanzador para miles de lesionados medulares: "No podemos curar la lesión pero sí mejorar su calidad de vida", explica el doctor. La mejora en el control de los esfínteres, la función sexual, el aumento de la sensibilidad y del alivio neuropático son algunos de los beneficios que se consiguen con la terapia celular. Andrés conoce bien esos pequeños beneficios que se convierten en un mundo para él: "Lo peor es no poder controlar los esfínteres". La vida le cambió con este avance. Antes apenas se atrevía a salir por si no podía dominar los músculos de la vejiga y el ano. Ahora, aquella situación quedó atrás, aunque no olvida las palabras de su sobrina hace años, tras abandonar la pequeña el pañal. Mirando a su tío le dijo: "No te pongas dodotis". Esa frase, envuelta en la inocencia de una niña, le hirió en lo más profundo de su ser: "Pensar en que no puedes controlarte te mata, más que no poder caminar".

"El control de los esfínteres se consigue en un 80 por ciento de los casos", asegura Jesús Vaquero. Incluso algunos pacientes recuperan los dolores que provocan unas agujetas o las molestias del periodo menstrual. "Otras personas que se han sometido al tratamiento han conseguido utilizar un lápiz o cortar un filete. Otros nos han contado la experiencia de sentir sobre sus piernas el contacto con sus perros y gatos".
"El tratamiento me cambió la vida"
Como Andrés Herrera, que no se olvida de su experiencia en quirófano cuando al inyectarle las células notó en la planta del pie un fuerte golpe: "El doctor me miró con cara de extrañado y dijo: ¿Ya, tan pronto?". Fue entonces cuando Andrés se dio cuenta que el tratamiento iba a funcionar. Y así fue: "Me cambió la vida", confiesa.
Pequeñas mejoras, imprescindibles en casos como el de otra mujer que tras 22 años de lesión y sin poder moverse consiguió mantenerse en pie tras recibir las milagrosas células. Casos personales que Andrés conoce porque, de una manera u otra, estas circunstancia médica les han unido.
Camina despacio, ayudado por sus inseparables muletas, pero se mantiene de pie mucho más tiempo que antes: "La verdad es que la silla la utilizo solo para pasear al perro y hacer la compra". Pero Herrera quiere más: "Sé que no voy a poder correr una maratón pero quiero que me operen para mejorar más". La operación es otra fase más avanzada de esta terapia para insertar las células justo en el punto de la lesión, pero se trata de una opción más arriesgada. "Puede no salir bien y dejar atrás todo lo avanzado", explica el jefe del servicio de neurocirugía del Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda.
Acompañado de su madre y su pareja, este superviviente asegura que ganas no le faltan para continuar: "Me tiro a la piscina aunque no haya agua". La persona que le dio la vida le mira embelesada atenta a lo que nos cuenta. "Está estupendo. La diferencia es abismal; de salir del hospital de parapléjicos con una percepción de la vida diferente a la que había tenido fue lo que más le costó, pero poco a poco hemos ido ganando mucho". No se ha separado de Andrés ni un solo momento. Y junto a él continuará caminando, todo lo que haga falta, con tal de ver que su hijo es feliz. De momento el camino andado en los últimos meses está siendo algo menos espinoso, aunque saben que les queda mucho por avanzar. Y lo harán con Jesús Vaquero, su médico de referencia y su guía en esta travesía vital. Un recorrido al que, si todo va bien, llegará montado en moto. Ese es el deseo de Andrés. Seguro que lo conseguirá.