Con la llegada de 2009, la tradición española de tomar doce uvas para dar la bienvenida al Año Nuevo cumple cien años. Y es que a principios del siglo XX la abundante cosecha de vid provocó que se extendiera el rumor de que consumir este fruto daría buena suerte. Pero no todos los españoles podrán disfrutar de esta costumbre: Jesús, Pedro y Santiago, los tres relojeros de la Puerta del Sol, trabajarán intensamente. Madridiario ha querido visitar por dentro el reloj más famoso de España.
Como cada año, el mecanismo será simple: primero bajará la bola del reloj, luego sonarán los cuatro cuartos y, después, las 12 campanadas. Supervisando este procedimiento habrá tres hombres: los relojeros de Casa Losada que, después de 32 años realizando el mismo trabajo, se han convertido en expertos de la materia. “Nosotros cuidamos el reloj todo el año y tenemos la plena seguridad de que va a funcionar bien, aunque reconozco que cuando sí que se tensa el cuerpo es cuando faltan un par de minutos para las doce, por si hay algún fallo sin solución posible”, explica Jesús López-Terradas.

"Cuando faltan exactamente veintiocho segundos para el cambio de año, retiraramos la palanca que sujeta la bola del reloj, que descenderá por su propio peso, con su famoso repique de aviso. Luego, cuando quedan 20 segundos, deja de sonar y empiezan a funcionar los cuartos, con dos campanadas cada uno" revela López-Terradas y añade que “tras los cuartos, a las doce en punto, suena la primera campanada y así, con tres segundos por cada una, nos plantamos en el 2009”.
Desde que comienza a bajar la bola del reloj hasta que suena la última campanada, pasan 60 segundos. Un minuto en el que se repiten escenas muy similares en la mayoría de hogares. Uno que se atraganta, otro que no se ha enterado –
“¿Todavía están los cuartos?”- y después, besos, felicitaciones y un brindis con cava (o
champagne, según la casa). Fiesta y felicidad para la mayoría, a la que los relojeros podrán unirse una vez finalicen el desmantelamiento de la bola.
Un segundo más
Pero 2008 nos deja una peculiaridad. Este año, igual que el 2005, tiene un segundo más. Esto se debe a los cambios de velocidad de la Tierra como consecuencia del viento. Resulta que cuando este choca contra con las cordilleras puede llegar a acelerar o frenar la velocidad en que el planeta da vueltas. Esas diferencias mínimas de tiempo, si se suman por unos mil o dos mil días, pueden llegar a hacer pequeños desfases, por lo que es necesario ajustar un segundo al terminar el año.
Losada no parece preocupado por este ajuste: “Aquí no tiene la menor importancia porque además lo haremos después de las campanadas. Si fuera un desfase de tiempo importante, como 5 ó 10 minutos, si sería un poco más problemático, pero un segundo no nos preocupa”.

Y pese a este pequeño desfase, lo cierto es que una Nochevieja más la Puerta del Sol volverá a llenarse de miles de madrileños ansiosos de presenciar el espectáculo en directo del reloj más famoso de nuestro país.
Fue un regalo que el relojero leonés José Rodríguez Losada hizo al pueblo de Madrid desde su exilio en Londres. Se instaló en la cúpula de la Casa de Correos en 1865 y ha sido durante todo este tiempo admirado por muchos que han considerado su maquinaria una maravilla y una auténtica obra de arte.