El cascanueces, interpretado por la Compañía Nacional de Danza, llega al teatro de La Zarzuela para realizar solamente doce funciones hasta el 22 de diciembre. Las localidades ya están agotadas para todas las representaciones.
Bailar el cascanueces, con música de Tchaikovski, es una tradición navideña en muchos de los teatros del mundo en los que se programa habitualmente ballet. Quizá porque el arranque de esta obra es una fiesta navideña en la que los niños, alrededor del árbol, van recibiendo sus regalos. La pequeña Clara recibe un muñeco cascanueces que, rápidamente, es roto por sus amiguitos. Abrazada a él se sumerge en un sueño, que resulta mágico. El cascanueces, convertido en un apuesto príncipe, la salva de sus pesadillas y ambos transitan por mundo fantástico. Como es casi obligado en los ballets clásicos, en el segundo acto van desfilando danzas de distintos lugares del mundo, desde Rusia a España. En ese desfile siempre destaca el paso a dos del Hada Azúcar, prueba de virtuosísimo para los intérpretes.
Esta producción de la compañía nacional se estrenó en octubre de 2018 en el auditorio Baluarte de Pamplona. A Madrid llega con el acompañamiento de la orquesta titular del teatro de La Zarzuela-ORCAM, dirigida por Manuel Coves. Una vez más resulta sumamente gratificante poder contemplar un ballet con música en directo, lo que raramente ocurre.
Las actuaciones en Madrid suponen la presentación de Joaquín de Luz como director de la compañía, aunque la coreografía es la que creó su antecesor en el cargo, José Carlos Martínez.
La propuesta escénica es sencilla pero hermosa, sobre todo en el final del primer acto.
Trece bailarines se harán cargo de los cinco papeles principales en las distintas funciones. Para dar vida al Hada Azúcar se cuenta, solo en las dos primeras representaciones, con María Kochetkova, primera bailarina rusa que ha sido estrella en los ballets de San Francisco y en el American Ballet. Formará pareja con el italiano Alessandro Riga, uno de los primeros bailarines de la compañía española. Los otros solistas son Cristina Casa, Ángel García Molinero, Ion Agirretxe, Ana Calderón, Anthony Pina, Jesse Inglis, Giada Rossi, Yanier Gómez, Haruri Otani, Giulia Paris y Benjamín Poirier. Los niños que aparecen en el primer acto proceden de los conservatorios de Carmen Amaya, Fortea y Mariemma.
Programadores y responsables de las compañías públicas deberían reflexionar sobre el hecho de que, antes de levantar el telón, ya se haya puesto el cartel de No hay localidades para toda la breve temporada. Parece indicar que el público tiene interés por la danza que es, seguramente, el arte escénico menos representado en toda España. Está claro que los costes de desplazar una compañía, como cualquiera de las dos nacionales, son elevados y que no siempre se puede representar con orquesta. Pero las compañías públicas, sean de danza, de teatro o música, tienen la obligación de ofrecer sus trabajos a espectadores de toda España, además de promocionar nuestras creaciones en el extranjero.