Tal día como hoy en 1905, se hundió una parte de las obras de construcción del tercer depósito del Canal. De los trescientos obreros que quedaron sepultados, una treintena fallecieron, una gran cantidad quedaron gravemente heridos y casi todos quedaron incapacitados para trabajar. La tragedia, que enmudeció a los madrileños, generó indignación y serias dudas sobre la solvencia del hormigón armado.
Un 8 de abril de 1905 uno de los compartimentos del tercer depósito de aguas del Canal de Isabel II, se derrumbó provocando la muerte de treinta trabajadores. Sesenta más resultaron gravemente heridos y el resto también quedaron marcados por la tragedia.
La conmoción alcanzó todos los puntos de Madrid y toda la prensa nacional se hizo eco de la catástrofe. La conmoción del pueblo madrileño hizo que la rabia y la indignación se centrase sobre la seguridad del nuevo elemento de construcción que se acababa de implantar en España y que sirvió para realizar la cubierta del depósito: el hormigón armado.
José Eugenio Ribera, ingeniero que impulsó el hormigón armado en España, se declaró como responsable y fue procesado junto al ingeniero del Canal, Carlos Santamaría y a Alfredo Álvarez Cascos. El proceso se alargó durante dos años y finalmente, en 1907, los tres acusados fueron absueltos.
Durante el caso, el abogado Melquíades Álvarez se hizo cargo de la defensa de los acusados, mientras que como perito actuó el ingeniero y premio Nobel José Echegaray, entonces en la cúspide de su fama.
Finalmente, el informe de Echegaray demostró que el accidente fue consecuencia de la ola de calor tan inusual de aquellos días y se impuso como causa principal sobre el resto de hipótesis. Este escrito fue crucial para la absolución de los acusados.