La religión en Madrid (I)
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Carlos Osoro. Arzobispo de Madrid (Foto: Kike Rincón) |
Osoro: "La Iglesia está desbordada en su labor de atención social"
martes 22 de septiembre de 2015, 07:46h
Carlos Osoro (Castañeda, 1945) es el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española. Madridiario inicia con el líder de la Iglesia en la región una serie de informaciones en profundidad sobre la situación de las religiones mayoritarias en la Comunidad de Madrid.
Se cumplen 50 años del Concilio Vaticano II. Con la perspectiva de los años, ¿qué ha supuesto en la organziación de la Iglesia española?
La Iglesia es la misma pero, como decía Juan XXIII, el concilio planteó que la organización tenía que acercarse como madre a todos los hombres sin distinción, tenía que dejar de evitar mancharse ante todas las situaciones y problemas de los hombres, tal y como hay que hacer si eres amable y misericordioso. El papa Pablo VI lo tradujo de forma bellísima, explicando que la espiritualidad de este concilio es la de la parábola del 'Buen Samaritano'. Es decir, esa parábola en la que Cristo mismo se acerca al mundo que no le reconoce pero que, sin embargo, se acerca, se agacha ante nosotros, no importa quién sea quien tiene delante. Y como ese samaritano no solo les mira, sino que les cura, les presta la cabalgadura, les lleva a una posada y pagar lo necesario para que se recuperen y se vuelve a preocupar por ellos. Esa espiritualidad ha supuesto que la Iglesia tome conciencia que tiene que entregar el rostro de Jesucristo a los demás.
Según datos estadísticos oficiales, ha caído el número de practicantes, los matrimonios civiles superan a los religiosos... ¿Se necesita una revolución similar en la forma de trabajar en la Iglesia paera acercarse a la gente?
Los datos son ciertos. El mundo y, en concreto, el mundo occidental se ha secularizado mucho y hay menos practicantes. También hay un vaciamiento interior más profundo que hace sufrir a mucha gente y que hace que muchos de ellos estén en búsqueda de niveles interiores profundos. Esa búsqueda es ahora si cabe más intensa. Porque el ser humano quiere ser feliz y no le ha bastado con tener más cosas porque, en vez de llenarle, le ha dejado más vacío, más hambriento. Una de las cosas grandes que tiene que hacer la Iglesia es pasear por este mundo y decirle a los demás que el corazón siempre tiene un tesoro. El problema no está en que lo tenga, sino qué tesoro tiene. Si es el del tener o el del poder, o es el del servicio a los demás, la oración y el saber quién es uno mismo. La gran enfermedad de este momento se resume en tres 'D': desdibujamiento, ya que no hay un dibujo del ser humano; esto se traduce en otra 'D', la del desencanto o la desilusión, producida porque lo material no llena el corazón; y otra 'D' que es la desorientación, porque el ser humano no es vagabundo, sino peregrino, tiene que tener metas. Si no, se produce la enfermedad. La oferta que nuestro señor hace a los hombres es una medicina que elimina esta enfermedad. Da dibujo del hombre, sabemos quién es el ser humano. Es más, Dios mismo, nos dice haciéndose hombre quién es el ser humano. Nos da encanto e ilusión para trabajar por los demás, que son nuestros hermanos. Por otra parte, nos sitúa como peregrinos. Todos tenemos un tiempo porque nadie es eterno ¿Qué hacemos en ese tiempo? ¿Vamos a metas o deambulamos por el mundo? Eso no hace feliz a nadie. El reto es no enfermar y la medicina hay que entregarla. Estoy convencido que entregar la vida de nuestro señor por los hombres es lo más grande que se puede hacer en este mundo.
El papa habla de evangelizar y, en especial, de evangelizar las periferias ¿Cómo se articula esta evangelización? Y, en un territorio tan trabajado por la Iglesia como es España ¿qué es lo que queda por conseguir?
Hay que entender la alegría del Evangelio. No es triste, no esclaviza ni quita libertad. Es ilusionante y quita cadenas. Nos aproxima los unos a los otros, nos hace hermanos y nos impide servirnos de los demás. Es lo que todo ser humano desea tener: una buena noticia en su vida. La gran noticia para el cristiano no es una noticia teórica, es una persona que tiene rostro y modos de actuar, de ser y acercarse a los demás; que tiene interioridad, cuyo resumen de su vida no está en cerrarse sino en abrirse totalmente y en darse a los demás.
La Iglesia siempre habla de que el motor de esos principios es la familia. Va a participar en el Sínodo de la Familia ¿Cuáles son las propuestas que va a llevar a esa reunión?
Es la primera vez que asisto a un sínodo, por tanto, no tengo experiencia de lo que allí se hace. Sospecho que será trabajar en grupo y en asamblea común. Para mí es esencial mi experiencia personal. Lo mejor de mi vida no lo aprendí en ninguna de las universidades donde he estado. Lo aprendí en mi propia familia. Con mis padres y hermanos, aprendí lo mejor de mi vida: saber querer, saber amar, saber servir, saber respetar al otro, saber pedir perdón, saber compartir, saber descubrir que el otro es más importante que yo mismo... Todo eso lo aprendí estando en familia. También aprendí allí que abrirme a Dios es algo esencial. Y no por imposición, sino porque la misma relación entre unos y otros nos hacía ver que esa apertura era la que hacía posible el resto de cosas. Eso es lo que hace felices a los hombres y, cuando lo descuidamos en nuestra vida, ciertamente nos impide tener esa felicidad. Yo creo que la familia es la mejor escuela de humanidad que existe, y eso no solo lo he vivido en mi familia. Durante años como sacerdote, yo viví con 18 muchachos que salían de los antiguos reformatorios. Abrí una casa para ellos. Lo mejor que pude aportar fue, en mi medida, lo posible para crear una gran familia. Nadie era más importante, y si lo había era aquel que peor estaba y a él era a quien debíamos dedicarnos todos. Hoy son unos hombres que han construido sus vidas, que viven con sus familias y tienen una capacidad especial para entender qué es lo esencial en su vida, cuando no había tenido esperanza.
Cuando se habla de familia cristiana, se suele asociar con un determinado modelo ¿Cuál es el concepto que tiene usted de la familia?
La familia tiene un principio que es el matrimonio de un hombre y una mujer que se aman entrañablemente y que ven en el otro al mismo Jesucristo. Por eso, abrazan al otro, le quieren y hacen verdad lo que en el matrimonio cristiano se dice: te quiero a ti, prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, todos los días de mi vida. Eso significa saber construir una vida en común. Y fruto de ese amor vienen también los hijos. Sé que han cambiado las circunstancias. Los que somos de pueblo hemos tenido mucho parque para correr, pero también es posible crear una familia aunque se viva atosigado en un piso. Los más pobres han vivido en lugares muy pequeños pero han sido capaces de vivir con la entrañable dulzura de unos hombres y mujeres que viviendo la fe de Jesucristo han sabido y quererse mutuamente. Porque lo importante no es lo que está fuera. Lo importante es lo que llevas dentro de tu corazón. Y si dentro llevas el amor por los demás, se lo das, aunque sea en un espacio pequeño. Eso no significa que no haya que luchar para que la gente viva con más espacio y más dignidad.
No es el único modelo de familia que existe y que están reconocidos por la legalidad. Hay familias monoparentales, matrimonios homosexuales... ¿De qué manera aborda la Iglesia las nuevas fórmulas de familia?
La Iglesia aborda la familia en la que ella cree. Y dice claramente cuál considera que es su diseño más hermoso, que es el que nos viene dado por la familia de Nazaret, formada por Jesús, María y josé. Y es respetuosa con otras formas de convivencia y no las atosiga, ni machaca, ni destruye...
¿Ni las excluye?
Yo no creo que sea exclusión decir aquello que uno cree que es la familia, según lo que nos ha sido revelado por el mismo Dios que ha querido venir a este mundo valiéndose del vientre de la mujer y con la ayuda del hombre, que en fe absoluta y total creyeron que tenía que ayudar a que Dios creciese como hombre.
Otra de las bases de la Iglesia es la de sus propios sacerdotes. Se ha reducido el número de vocaciones en España y es muy común encontrar en las parroquias sacerdotes de otros países ¿Se está tratando de revertir la situación o no es necesario?
No creo que se importen vocaciones. Hoy el mundo es más pequeñito. Tengo a 16 sacerdotes indios estudiando aquí y pronto se marcharán a la India. El mundo ha cambiado y tenemos que asumir esa globalización ¿O era exportación los misioneros que iban a América en el Descubrimiento? Iban acompañando a otros cristianos y para anunciar a Jesucristo en el Nuevo Mundo. Es cierto que ha bajado el número de vocaciones, pero ha aumentado el número de cristianos que asumen responsabilidades a diario en la Iglesia, por su compromiso. Hoy no tiene que ser un sacerdote el que lleve la gestión de aspectos de las diócesis. Hay laicos muy profesionales que pueden hacerlo porque saben de ello.
Esa laicización de la actividad eclesiástica se está haciendo muy visible en los colegios ¿Hay un cambio de estrategia o un nuevo punto de vista en la Iglesia en ese sector?
Hay un nuevo punto de vista en el sentido de que se ha incorporado a la tarea educativa un grupo de laicos que se ha preparado muy bien para este trabajo. Y no solo para enseñar matemáticas, física o historia; sino para la experiencia espiritual para la que nació esa misión y la intentan asumir. He podido ver el nivel de compromiso y profesionalidad con el que las comisiones de laicos trabajan mano a mano con los sacerdotes en tareas educativas, hospitalarias o la caridad. Con una fuerza y una calidad extraordinaria. Es una ampliación de los regalos que Dios nos hace, no solo a los miembros del instituto religioso, sino para todos los que comparten la tarea. La Iglesia asume la necesidad, tal y como decía el Concilio Vaticano II, de dar mayores responsabilidades a los laicos.
La Comunidad de Madrid incluye en su plan educativo la religión como una asignatura que tiene que tener valor de cara a la Selectividad ¿De qué manera se incardina esta formación como necesaria para optar a la formación superior?
En una sociedad tiene que haber el reclamo de todos aquellos que tienen responsabilidades para atender todas las tensiones que tiene el ser humano. Y, entre esas todas, está que el 99 por ciento de las personas que viven en este mundo, si no más, viven la dimensión trascendente. No de la misma manera. No todos son católicos o profesan una religión. Pero esa dimensión es inherente al ser humano. Hay que cultivarla, no se puede echar atrás. Da la casualidad que en España, por muchas circunstancias, la religión ha fraguado la historia y la vida de un pueblo. Y no solo eso, sino que hemos sido capaces de salir a otros lugares de la Tierra también, llevando la formulación católica. Negar esto y no dar posibilidad a que esta dimensión pueda vivirse por aquellos que lo deseen, es privar a alguien de algo esencial. Y cualquiera que ostente el poder del pueblo, o lo respeta o crea una dictadura o una forma de entender al ser humano errónea en las dimensiones esenciales que tiene. Esto es lo que defiendo. No para mí, para todos. De hecho, la asignatura no es obligatoria pero hay que dejar que sea posible. Eso significa respetar a un pueblo y poner al hombre en el centro. Y en el centro no pueden estar mis intereses personales. Tiene que estar el ser humano.
En la Universidad se han vivido episodios controvertidos en los últimos tiempos ¿Cuál es el papel que debe tener la Iglesia en esta institución?
Hace muchísimos años, cuando yo era estudiante, escribí un libro con unos compañeros que se titulaba 'Universidad, teología y sociedad española' cuando nadie escribía de esto, por las circunstancias en las que estábamos viviendo en España. La universidad es un lugar de búsqueda de la verdad. Y para buscar la verdad hay que estar abierto a todo ¿Es que en la universidad no existen aulas de teatro, medios de comunicación, campos deportivos...? ¿Por qué no va a existir un lugar en el que aquellos que creen, y no me refiero solo a los católicos, puedan cultivar la dimensión trascendente? Si es un lugar de búsqueda de la verdad, dejemos que se busque. Yo defiendo que existan para que pueda cultivarse esa dimensión.
La Jornada Mundial de la Juventud de Madrid fue el primer lugar donde la Iglesia planteó de una manera distinta la forma de tratar los casos de aborto entre las jóvenes, absoluciones incluidas, tratando de entablar posiciones más dialogantes ¿Está entrando ese debate en el seno de la Iglesia?
La vida es vida, no es muerte. Y, en ese sentido, la Iglesia es absolutamente clara y estará siempre a favor de la vida, porque es lo que nos enseña Jesucristo, que vino a dar vida y no muerte. Otra cosa muy distinta es que la misericordia y el perdón de Dios tienen que llegar al corazón de cualquiera que lo necesite.
La diócesis de Madrid es enorme ¿Cuál es la organización que planea para gestionarla?
He nombrado a la mayor parte de los vicarios. He mantenido las vicarías territoriales que había y he creado otras vicarías sectoriales: acción caritativa, pastoral social, clero, evangelización y vida consagrada. Por ejemplo, las vicarías de pastoral social y acción caritativa organizaron una oración por la situación de los refugiados. Acción caritativa tiene Cáritas, los hospitales, las residencias, los tanatorios... Y la vicaría de pastoral social se encarga, por ejemplo, del mundo de los inmigrantes, las cárceles, las relaciones con las instituciones. La de evangelización prepara un plan de evangelización que va a durar tres años y que se va a dar a conocer próximamente pretende que la comunidad cristiana haga, incluyendo a todos, el plan de pastoral completo, no solo el arzobispo.
En su última carta animaba a ayudar al refugiado ¿De qué manera puede ayudarles la Iglesia?
No fue un análisis político, ni socioeconómico. Decía que acoger en casa al forastero, dar posada al peregrino y desarrollar una de las formas de misericordia que satisface y dignifica a los que reciben el bien y al que lo ejecuta. Ese tipo de acciones hacen que el amor no sea una palabra abstracta, sino que sea concreto, que se verifique en las personas concretas que tenemos a nuestro alrededor. Europa, que vive unos momentos donde hay mucha gente que viene, no puede echar a perder sus raíces cristianas, que son profundamente humanistas, y vender su alma a la razón mercantil, porque no es la única ni la principal que sostiene la vida de los hombres. Este momento difícil es una oportunidad para sacar lo mejor de nosotros mismos, frente a una lógica meramente cuantitativa. Defendía Benedicto XVI las 'matemáticas de Dios', que son distintas a las matemáticas de los hombres. Las de Dios nos recuerdan que cuando compartimos y dividimos, en realidad, multiplicamos.
Los cristianos de base reclaman más contacto con los obispos ¿Cómo se fomenta ese contacto?
Te puedo contar lo que hice ayer -refiriéndose al día 13 de septiembre-. Empecé por la mañana en la catedral con una misa con doscientas personas que celebraban sus bodas de oro y plata, a los cuales saludé uno a uno y regalé un icono con un dibujo hecho por mí, con una oración para que ellos la tuviesen de recuerdo. Así pasé desde las doce de la mañana hasta las tres de la tarde. A las cuatro y media fui a una parroquia de barrio donde una religiosa celebraba que tomaba los votos perpetuos. Estuve en contacto con la gente. De allí me fui a Moratalaz a otra parroquia a las ocho que celebraba sus cincuenta años de existencia. Llegué a casa a la una de la mañana. Esa es mi rutina de muchos días. Yo quiero estar con la gente porque quiero conocerla. No he venido a Madrid a veranear, sino a gastar la vida y los años que Dios me dé. Tengo que cuidarme y prepararme para poder predicar porque las homilías son distintas unas de otras. Madrid es muy grande pero tengo mucha ayuda con los vicarios.
También critican que en estos últimos años se ha potenciado más a organizaciones como el Opus Dei o el Camino Neocatecumenal que a la Iglesia Diocesana ¿En qué manera se trabaja en un equilibrio?
En una carta pastoral aludo a una fuente que veo desde la ventana de mi casa. Cuando este verano veía a los turistas pararse ante ella, cada uno se comportaba de una manera. Unos tomaban un vaso; otros metían la cabeza; otros, los pies; otros se lavaban las manos... El agua era la misma. Y me acordaba del símil que hacía Juan XXIII, diciendo que la parroquia era como la fuente de su pueblo. Los que somos de pueblo sabemos qué significa la fuente. Antes no había traídas en los pueblos, se iba a la fuente con el caldero, con el vaso, etcétera. Todos bebían del mismo agua. Y la parroquia tiene que ser esto: un lugar donde todo el mundo tenga posibilidad de encontrarse con Cristo pero no tienen porqué ser iguales todos. Unos pueden ir con un vaso, otros con las manos, otros sin nada... Las parroquias no son una estructura caduca porque tienen una plasticidad muy grande. Pueden tener formas muy diversas y creativas. He comprendido que la parroquia que veo y deseo debe ser una fuente abierta día y noche, que atienda gentes muy diversas. Lo importante es que de la fuente mana constantemente agua.
Pero hay algunos que parece que toman mucha más agua y obstaculizan que otros la tomen ¿Hay una Iglesia de primera y otra de segunda?
Mi preocupación es que todos puedas tomar el mismo agua y la cantidad que necesiten. Esa es la Iglesia en la que creo. La gran riqueza de esta organización son los pobres. Madrid no sería hoy Madrid si no estuvieran las estructuras de la Iglesia en gente que pasa desapercibida, como hermanas que pasan la vida con los más desfavorecidos, sin que nadie se entere. Y Cáritas, y los ignacianos, los laicos que atienden a personas afectadas por el mundo de la prostitución. y un montón de ejemplos más. Eso no sale en los medios ni en las películas, pero está ahí. Esa es la Iglesia de Jesucristo. Eso lo hacen los cristianos ¿A quién rechaza la Iglesia?
¿La Iglesia está desbordada en su labor de atención social?
Creo que están muy desbordados. Podríamos siempre hacer mucho más pero los recursos son los que son. Además, hay que ver la labor que se hace. El mundo de Cáritas no solo es dar el bocadillo. Hay una labor de acogida, de ver la situación de la persona, de ver las circunstancias en las que está y las raíces de sus problemas, el trabajo de sacar a las personas de sus problemas. No es solo repartir, sino reconstruir a las personas destrozadas por el sufrimiento, el hambre y las circunstancias a las que les ha llevado la vida. La gran tarea de la Iglesia, casi artística, es la del diseño, la reformulación de la figura del ser humano. El gran artista fue Dios. Nosotros tenemos que seguir a ese artista. No se trata de echar de comer a los necesitados, no solo es eso. Por ejemplo, con los refugiados no solo es darles de comer. Es cómo y dónde les acoges, cómo les acompañas... Se trata también de eso.
¿Qué va a pasar con el proyecto de Cornisa de San Francisco- Seminario?
No hago problema de eso porque, si no sale adelante, tengo otras salidas. Se están buscando alternativas para ese lugar. Por ejemplo, es propicio para que los jóvenes de muchas parroquias puedan celebrar campeonatos de fútbol. Cuando se cierra una puerta, abro una ventana.
Teniendo en cuenta que la Iglesia considera el Valle de los Caídos como un espacio de reconciliación ¿qué avances se han obtenido en la comisión que trata el tema de la denominación y acciones de este espacio del patrimonio nacional?
Hubo un intento de comisión pero, desde que yo soy arzobispo de Madrid, no hay nada nuevo. Es cierto que allí hay una fundación con una misión específica: sostener una comunidad de religiosos que tiene que rezar por una reconciliación y para ello hay un lugar de oración. No creo que nadie vaya a discutir que no es necesario abogar por la reconciliación en España.
Tienen convenios con distintas administraciones para recuperación del patrimonio eclesiástico ¿Cuál es la situación del patrimonio cultural de la organización en la región y de qué manera luchan contra su degradación?
Hay ayudas para la recuperación del patrimonio. Se arregla en función de las necesidades. Se está trabajando, sabiendo que hay tres diócesis y que el patrimonio es enorme. No obstante, todas las administraciones están haciendo un esfuerzo para contribuir a su sostenimiento.
¿Van a llevar a cabo el museo diocesano?
El proyecto es frenado por muchas causas pero la más importante es el sostenimiento, que es lo más difícil de conseguir. Pero el primer museo que tiene que atender la Iglesia son los más pobres. Si la creación de un museo diocesano contribuye a ayudar a los necesitados, buscaremos la forma de hacerlo.