A estas alturas de su vida y de su carrera, el escritor no deja de sorprender con su incontinencia verbal, con su verborrea desatada, con su particular sentido del humor y con su dominio del castellano. Aquí, sin embargo, alguno de esos excesos lastra el espectáculo. Sobre todo los chistes fáciles empañan un texto que, leído, debe ser bellísimo. Sorprende que haya elegido a un grupo de moteras (las pingüinas) para recrear el mundo cervantino. Son las mujeres que rodearon al escritor y que se plantean emprender un viaje a la Luna a bordo de un sofisticado 'Clavileño'. Pero el moderno vehículo también acabará siendo de mentira. En el camino Arrabal se pierde en disquisiciones casi imposibles de seguir. Se advierte, además, una falta de teatralidad: lo suyo es un ensayo, un discurso.
Consciente de esa debilidad dramatúrgica, Pérez de la Fuente construye un espectáculo apabullante, en la línea de sus grandes creaciones: 'Pelo de tormenta', 'San Juan'... Envuelve el texto con un aparato escénico brillante y, en muchos momentos, fascinante. Ya el arranque con un espléndido audiovisual es impactante. Son especialmente hermosas las apariciones de Miguel de Cervantes, casi siempre sobrevolando a las pingüinas. Especialmente hermoso es su primer vuelo, galopando sobre un haz de luz, como hiciera Finzi Pasca en 'Corteo'. En algún momento, como el arranque de una jota castellana, podría hacernos pensar que, finalmente, Arrabal inicia camino hacia el desmadre surrealista, pero es solo un amago. Los veinte últimos minutos, gracias a la dirección escénica, rezuman poesía y sabiduría teatral. Pero, insisto, creo que es mérito de Pérez de la Fuente.
Ana Torrent, Marta Poveda y María Hervás realizan un trabajo titánico. Las tres cargan durante dos horas con un texto endiablado, rocambolesco. Además, el director les exige un movimiento escénico extenuante. Salen impecablemente airosas. Junto a estas tres, otras siete actrices se encargan del dinamismo escénico. Salen en moto, se convierten en dervichas, en coro doliente... Apenas tienen texto pero su actuación corporal es de primer orden. Finalmente Miguel Cazorla es Cervantes, también sin palabras, dominando el aparato mecánico que le permite deslizarse continuamente sobre las mujeres de su vida.
'Pingüinas' es un espectáculo atípico, inclasificable. Pero, en definitiva, es un espectáculo teatral maravillosamente iluminado, sin escatimar medios técnicos, con un texto original... Elementos muy escasos en la cartelera madrileña en las últimas temporadas.
'Pingüinas' se representa en el teatro Fernando Arrabal (Matadero) hasta el 14 de junio.
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