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Ignacio González Varas autor de 'El hipódromo de la Castellana'.
Ignacio González Varas autor de 'El hipódromo de la Castellana'.

González-Varas: "El hipódromo marcó el final de la aristocracia en la Castellana"

Por Enrique Villalba
viernes 19 de diciembre de 2014, 07:30h
Ignacio González-Varas (Palencia, 1967) es catedrático en la Escuela de Arquitectura de Toledo y escritor. Es coautor del libro 'El hipódromo de la Castellana', editado por Turner. Desveló a Madridiario la historia y algunos de los secretos del primer gran coliseo deportivo de la capital.

¿Porqué escribió este libro?

No soy aficionado a la hípica sino que entré en el proyecto por el lado del urbanismo y la arquitectura.

¿Cómo le arrastró el hipódromo a su terreno?

Por el tirón del Paseo de la Castellana. Escribí un libro sobre los palacios que poseía esta vía y el hipódromo era el remate. Había muchas referencias del mundo aristocrático y social a este edificio y había muy poco escrito al respecto. A partir de ahí, llegamos al hipódromo, como un patrimonio desconocido de Madrid que se merecía salir a la luz.

El hipódromo surge en un momento de grandes planes urbanísticos ¿Fue un edificio proyectado en la prolongación de Madrid o era solo un inmueble a las afueras?

Fue la instalación deportiva y de reunión social más grande de Madrid durante 50 años. Hubo una relación de amor y odio con la Castellana. Madrid va creciendo. Primero se ensancha Madrid hacia Recoletos hacia 1830 y luego hacia la Castellana. El plan Castro ya reservó la ampliación de la vía y se culminó el crecimiento madrileño en un hipódromo para la aristocracia. Su origen es bastante casual, no obstante. Surgió de una decisión espontánea, sorpresiva y rápida tomada en diciembre de 1837. Nadie esperaba la creación de un hipódromo y generó una larga y gran polémica sobre la pertinencia de construir un hipódromo allí.

¿Cómo se desarrolló esa polémica?

Nos recuerda mucho a las polémicas de hoy en día. Los liberales usaron el hipódromo como arma política para pedir la destitución del ministro de Fomento del Gobierno de Antonio Cánovas del Castillo, Francisco de Borja Queipo de Llano, conde de Toreno. Fue un encargo directo del presidente para utilizarlo como regalo de boda a Alfonso XII. Se discutió la necesidad de contar con una instalación tan costosa para el uso de los aristócratas porque se planteó que la tramitación fue muy rápida y que el ministro no contaba con potestad para disponer de tantos fondos públicos, que no era el lugar idóneo...

No fue el primer hipódromo de la ciudad ni de donde venía la afición a la hípica.

Las carreras de caballos siempre ha sido una manifestación del poder, desde época romana. Siempre fue un espectáculo vinculado con las élites. En el siglo XIX, era un espectáculo aristocrático, donde los nobles tenían cuadras de caballos y querían hacerlas valer, a la vez que imitaban la moda esnob inglesa de este deporte. Los primeros nobles en el siglo XIX que apostaron por los hipódromos fueron los duques de Osuna en la Alameda de Osuna, que celebraron carreras en el parque del Capricho. El conde de Toreno argumentó que la creación de un hipódromo como el que comentamos fomentaría la industria caballar en España y se crea la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar.

¿Porqué en la Castellana?

Se debatió en el Congreso porqué se elige ese sitio. No era un terreno muy propicio, ya que tenía muchos desniveles y las corrientes derivadas del arroyo de Maudes. Tanto que se les encharcó el suelo del futuro hipódromo y se llegó a hablar en los periódicos de que Madrid iba a tener piscina en verano y pista de patinaje en invierno, ironizando con el anuncio de los conservadores de que sus usos no solo iban a ser relacionados con la hípica. Se planteó inicialmente que el hipódromo se construyese en el Retiro pero se eligió un lugar más alejado.

El hipódromo era un lugar social.

La aristocracia iba al hipódromo a ver y que les viesen. Celebraban sus puestas de largo y sus acontecimientos personales y sociales. El pueblo, aunque iba a los caballos, se decantaba más por los toros. También era como el palco del Santiago Bernabéu en el sentido de que se hacían negocios, aunque era un edificio institucional. También se hacía política nacional e internacional, muy centrada en la figura de los reyes, la corte y la nobleza. Cuando murió Alfonso XII estuvo a punto de desaparecer la afición a las carreras, hasta que Alfonso XIII hubo renacer los deportes hípicos, a los que era muy aficionado. Tenía, de hecho, una cuadra, al nombre del conde de Toledo, a la que, de vez en cuando, dejaban ganar para que se reconfortase.

¿Cómo era el hipódromo?

El hipódromo tenía una capacidad de hasta 60.000 personas. Se fue haciendo un edificio cada vez más polifuncional. Tuvo una de las primeras estructuras de hierro, de gusto un poco orientalista, en la tribuna real, que contaba con espacios para hacer vida social. En total, este circo tenía hasta 150 metros de tribunas hechas por algunos grandes arquitectos de la época. Estas estructuras metálicas se empezó a emplear en las plazas de toros también. Eran soportes delgados que permitían una gran visibilidad. También había espacios para el esparcimiento y, al otro lado de las tribunas, las gradas del pueblo aficionado. Su organización arquitectónica estaba en las antípodas del hipódromo de La Zarzuela.

¿Qué respuesta urbanística tuvo este edificio?

A su alrededor, se fue colmatando la zona con palacetes y hoteles. Surgió el Palacio de la Industria de las Artes, actual Escuela de Ingenieros Industriales, estrechamente vinculado con el hipódromo. Surgió respondiendo a las críticas a su carencia de usos alternativos, argumentando que se celebraría una exposición universal de Madrid que luego organizaría Barcelona. Se comenzó a construir 3 años más tarde que el hipódromo.

¿Qué motivó la caída del hipódromo?

La zona fue creciendo pero se vio que el hipódromo era un tapón para el desarrollo hacia el norte de Madrid. Se derribó entre 1932 y 1933, poniendo muy rápidamente la primera piedra de los Nuevos Ministerios. Se llegó a acusar a los gobiernos republicanos de izquierdas de una persecución a un espectáculo vinculado a la aristocracia. Si se observa la historia con detenimiento y documentación, se venía hablando desde el punto de vista técnico la demolición del hipódromo para trasladarlo más allá de la Castellana, no llevarlo a la Zarzuela. Se consideró que el crecimiento de Madrid pasaba por sustituir el hipódromo por una gran plaza que permitiese ampliar la ciudad hacia el norte. Hubo un plan de crear una plaza dedicada a Alfonso XIII y la Hispanidad pero no hubo fondos, ni interés municipal, y había un problema de propiedad. Hubo un momento en que el Estado le cedió al Ayuntamiento el terreno, con el compromiso de que, en cinco años, debía derribar el hipódromo y construir otro más allá de la Castellana. No se hizo nada y Secundino Zuazo, al expirar el plazo al Ayuntamiento, propuso a Indalecio Prieto construir allí las nuevas sedes ministeriales. La desaparición del hipódromo marcó el fin de una época: la del esplendor de la Castellana como lugar de la aristocracia. Se convertirá en una zona institucional, una 'preciudad' financiera para una metrópolis como es Madrid. Paralelamente a su destrucción, se destruirán palacios en la Castellana, que se acentuará en la Guerra Civil.

También cambia el perfil de costumbres con respecto al ocio.

El hipódromo fue la primera instalación que hizo del deporte un espectáculo de masas. Fue una gran aportación por su aforo y porque demuestra el movimiento popular del deporte y todo lo que lleva aparejado. Fue también sede de campeonatos de fútbol. Acogió la primera final de la Copa del Rey, los primeros espectáculos aéreos y las juras de bandera de los reyes. Cuando se lleva a la Zarzuela el hipódromo, se restringe el interés a una minoría pero las tres primeras décadas del siglo XX se habló mucho de caballos en la capital.

¿Fue necesario eliminar el hipódromo?

Era inevitable su caída y se vaticinó su acta de defunción varias veces pero iba tanta gente que no se veía alternativa para colocar a tanta gente. No se perdió tanto en el aspecto del patrimonio porque no era de gran calidad y estaba bastante obsoleto estilísticamente. Se había convertido en un obstáculo para el crecimiento de la ciudad. Pero es interesante recuperar la memoria de estos elementos de la historia de Madrid porque nos explican la intrahistoria de la ciudad y sus gentes. La muerte del hipódromo generó dos obras importantes: los Nuevos Ministerios, de Secundino Zuazo; y el hipódromo de la Zarzuela, una de las obras maestras del movimiento moderno, de Martín Domínguez y Arniches.

Vea las fotos: Así era el Hipódromo de la Castellana

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