www.madridiario.es
Lolita Flores en 'La plaza del Diamante'
Lolita Flores en 'La plaza del Diamante'

La plaza del Diamante: la señora de las palomas

miércoles 22 de octubre de 2014, 10:41h
Apagada la luz de la sala, una figura femenina menuda se sienta en un viejo banco frente al público. Durante 75 minutos no se levantará de él. Es Natalia-Colometa la mujer que despertó a la vida en esa plaza y que en ella admite, después de múltiples penalidades, que ha merecido la pena vivir.

Colometa es el principal personaje femenino de la novela "La plaza del Diamante", que Mercè Rodorera escribió en 1962. Joan Ollé ha extraído un intenso monólogo que arranca cuando Natalia conoce a Quimet, su marido, el padre de sus hijos, el hombre que la anuló como mujer. Sentada en el banco de un parque nos va desgranado el proceso que ha seguido hasta liberarse de los fantasmas del pasado. Ha sido una mujer -como millones- sumisa al marido, entrega a los hijos, soportando hasta el asco que el hombre instalara un palomar en la viviendas. Cuando las demás mujeres que van a sentarse a los bancos de los parques conocen su historia la llaman "la señora de las palomas". Pero cuando Colometa nos cuenta su vida, alrededor de su asiento ya no hay aves.

"La plaza del Diamante" es un ejercicio teatral emocionante que está agotando las localidades todas las tardes en la sala pequeña del teatro Español. Una vez más triunfa el teatro desnudo: una actriz, un banco, un texto y un director. Y, en este caso, una delicadísima iluminación que envuelve a Colometa según su estado de ánimo.

Lolita Flores ha hecho hasta ahora poco teatro. Pero tiene una fuerza dramática tal que pone al público en pie tras cada representación. Su trabajo -y fundamentalmente el de Ollé- es un modelo de contención, de transmitir con el cuerpo, con la voz, con la cara, todas las emociones del personaje. Podría ser una "mamma" italiana, pero es una reposada anciana que parece transmitir sus pensamientos sin necesidad de gesticular. La interpretación de Lolita es sorprendente por su intensidad, por la interiorización del personaje. En el momento más dramático, cerrando los ojos, oímos a su madre recitando a Rafael de León o García Lorca. A Lolita le sale el genio Flores por los poros.

La representación transcurre en un suspiro, con silencio casi sepulcral. Y digo casi porque los malditos teléfonos móviles no paran de sonar, algunos durante un buen rato. El día que vi la función lo hicieron dos en momentos intensos. Por un momento temí -y lo hubiera entendido- que Lolita se levantara y abandonara el escenario. Entrar situación en un espacio tan reducido tras dos largas interrupciones es complicado. Sugiero que el personal de sala pregunte una, cinco, diez veces antes de empezar si han apagado los teléfonos. Por respeto a la actriz, por respeto a los demás espectadores.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios