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La Chunga: ¿Qué fue de Meche?

La Chunga: ¿Qué fue de Meche?

martes 28 de mayo de 2013, 00:00h
“La Chunga” se estrenó en el desaparecido teatro Espronceda el 3 de noviembre de 1987, con Nati Mistral, José Sancho y Emma Suárez en el reparto. Los dos últimos abandonaron la producción antes de los tres meses y la nueva compañía aguantó en Madrid hasta el 14 de febrero de 1988. Ahora, en su segunda salida a escena, lleva ya en el Español desde el 25 de abril y se anuncia el fin de temporada para el 30 de junio.
Creo que esta es una obra corta y escasa de dramaturgia, no corregida por la dirección de Joan Ollé. Se trata, resumidamente, de que el público se plantee qué fue de la bella Meche tras la noche que pasó en las habitaciones privadas de la Chunga. Los parroquianos del bar que ésta regenta también quieren saber qué fue de ella. Tienen sus teorías, sus fantasías. Y la obra es un relato hacia atrás de esa dichosa noche. Al final será el espectador el que saque su conclusión sobre el destino de la joven.

En este montaje no puede discutirse el enorme esfuerzo interpretativo de toda la compañía. Luchan denodadamente por dotar de dramatismo y humanidad a unos personajes trazados muy difuminadamente. Es una propuesta escénica irregular con momentos muy bellos y otros que rozan el esperpento en su peor acepción. Entre los primeros están la primera aparición de Meche en escena, auténticamente deslumbrante. Y el diálogo de ésta (Irene Escolar) con Lituma (Jorge Calvo), lleno de poesía y emoción. También se logra intensidad dramática en la discusión entre la Chunga y Josefino (AsierEtxeandía) en plena resaca de la noche en cuestión. Especialmente chirriante es la sodomización de El Mono, gritada, absurda. Esta confusión sonora también se produce en la primera escena de la obra. Hay tantas acciones ruidosas, tantos acentos, tantas idas y venidas que el diálogo no se entiende. También el recurso escénico del telón que sube y baja ante la estancia de La Chunga es poco imaginativo, bastante elemental.

Hay un personaje, José (Rulo Pardo), que es un convidado de piedra. Todos sus compañeros interactúan con Meche, pero él, no. Sale y entra con la guitarra y no aporta nada a la acción.

Sin discutir la talla literaria del Premio Nobel, se me escapan las razones que tienen los responsables del teatro municipal para intentar producir toda su obra dramática. Espero, sinceramente, que tras esta primera experiencia, que está siendo bien acogida por el público, se replanteen nuevos montajes de Vargas Llosa. Hay una enorme obra dramática de decenas de autores de todas las épocas que también merecen un hueco en este teatro público.
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