A mediados del año 2010, Miguel Quero, director de cine, Celia de Molina, actriz, y Carlos Rico, dramaturgo, empezaron a dar forma a una idea: montar un centro multidisciplinar donde dar cabida a artistas que querían tener un hueco en el mundo del arte. Así nació Garaje Lumière.
La idea desembocó en lo que hoy día es Garaje Lumière: un
antiguo garaje, situado en el barrio de Delicias, convertido en un espacio donde hay lugar para todas las ramas del arte: pintura, cine, teatro, música, fotografía, poesía… El centro no solo tiene cabida para artistas que quieran dar a conocer su trabajo, sino también para aquellos a quienes les interese el mundo del teatro o del cine, porque se imparten cursos de interpretación, guión cinematográfico y producción de cine.
Carlos Rico no pudo llegar a ver su sueño convertido en realidad. Murió dos meses antes de que este proyecto se inaugurara, pero
sus compañeros no cejaron en el empeño. A ellos se les ha sumado Carmen Rico, hermana de Carlos, cineasta y profesora de interpretación, y Francesco Pozzi, entre otros.
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Todo el local forma parte de un mismo
espacio diáfano que se divide en dos gracias a un enorme telón rojo: el primero hace de sala de exposiciones, bar y lugar de reunión, mientras que el segundo es la sala de teatro, bautizada como sala Carlos Rico, en honor al fallecido director de teatro y uno de los emprendedores de este proyecto.
La sala teatral, que puede acoger a 96 personas, está
totalmente pintada de blanco, a diferencia del negro que siempre acostumbramos a ver, ya que este color permite poder utilizar, también, este espacio como plató o para proyecciones. El público se sienta en unas gradas blancas móviles, de forma que para cada espectáculo se pueda cambiar el escenario de lugar,la distribución del público e incluso se puede mover a los asistentes de su grada durante el mismo espectáculo.“
El espacio se acopla a la propuesta escénica y no al revés, como siempre pasa, que son las compañías las que se tienen que amoldar a la sala teatral”, ha añadido Francesco Pozzi.
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En el hall conviven la sala de exposiciones, un espacio 'chill-out', el bar (cuya barra también es movible, como las gradas del público, para dar mayor versatilidad al espacio), y un pequeño porche para fumadores. Además, Garaje Lumière cuenta con una sala de maquillaje, camerinos y un espacio acristalado en un altillo que puede usarse como oficina, como aula de cursos de interpretación que se realizan en este lugar o del espacio dedicado a los técnicos de luces y sonidos en los espectáculos que se llevan a cabo.
Garaje Lumière
se declara abierto a todo y a todos. Su distribución y su transparencia hace que todo el mundo pueda apreciar el arte ‘sin tapujos’. En palabras de Miguel Quero y Francesco Pozzi, “aquí puede venir una persona a las seis y media de la tarde a tomarse un café y ver todo el universo que crea un actor mientras se está preparando, porque todas las paredes son transparentes, tomarse algo después de la actuación en la barra y poder hablar con los actores de la obra sobre sus impresiones.
Es un espacio sin límites.”
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Debido al éxito que han tenido durante el año que lleva el proyecto en marcha, Garaje Lumière ya
está pensando en expandirse a ciudades como Nueva York o Buenos Aires.
Por Garaje Lumière
han pasado sesenta compañías y se han representados unas doscientas obras teatrales, a pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde que se inauguró, a finales de marzo de 2011.
El precio de las entradas de los espectáculos oscilan entre 10 y 12 euros y se pueden comprar en la página web de
Garaje Lumière.