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Cuando las estructuras fallan: El desafío de mantener edificios seguros ante fenómenos climáticos cada vez más extremos

MDO | Sábado 01 de marzo de 2025

Los edificios fueron diseñados para resistir las condiciones climáticas "normales" de hace décadas. Sin embargo, esa normalidad ha desaparecido.

Según el último informe Síntesis del AR6 (2023) del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), las temperaturas globales han aumentado aproximadamente 1,1°C desde la era preindustrial, intensificando fenómenos meteorológicos extremos en frecuencia e intensidad. Este cambio acelerado está provocando que estructuras que parecían sólidas e inquebrantables comiencen a mostrar signos de deterioro prematuro.

Las fachadas, cruciales para la protección del edificio, son particularmente vulnerables a estos cambios bruscos. El hormigón se agrieta, el acero se corroe más rápidamente y las juntas de dilatación fallan antes de lo previsto.

En ciudades densamente pobladas, el envejecimiento del parque edificado, combinado con la creciente intensidad de los fenómenos climáticos extremos, plantea un desafío importante. Un porcentaje significativo de edificios construidos antes del año 2000 en grandes núcleos urbanos españoles podrían necesitar intervenciones estructurales en los próximos años.

Esto se debe, en gran medida, a que estos edificios fueron diseñados y construidos antes de la implementación de normativas que consideraran la eficiencia energética y la adaptación al cambio climático, lo que los hace más vulnerables a los daños relacionados con factores como la humedad, las fluctuaciones de temperatura y las precipitaciones extremas.

Empresas especializadas como Obras y Proyectos Aria han documentado un incremento sustancial de patologías relacionadas con humedades estructurales, especialmente en edificios con más de 30 años de antigüedad.

La rehabilitación de fachadas en Madrid y en otras grandes urbes se ha convertido en una necesidad urgente, particularmente en barrios históricos donde los sistemas constructivos tradicionales se ven desbordados por lluvias cada vez más intensas.

La cuestión ya no es si estos edificios fallarán, sino cuándo lo harán y cuál será el coste humano y económico de postergar su mantenimiento.

La tormenta perfecta: cuando el agua y el viento atacan lo que creíamos indestructible

Las precipitaciones extremas se han convertido en un azote para las infraestructuras urbanas. El Instituto Nacional de Meteorología de España ha registrado un claro aumento en la intensidad de las lluvias torrenciales en la última década. Estos chaparrones concentrados ya no son eventos excepcionales, sino recurrentes, y someten a las estructuras a presiones para las que no fueron concebidas.

La infiltración de agua es, probablemente, el enemigo más silencioso y devastador para cualquier edificio. Cuando el agua penetra en fisuras microscópicas y se combina con ciclos de congelación-descongelación, el resultado es demoledor.

En Barcelona, más del 85% de los edificios sufren problemas de humedades por capilaridad, mientras que, en Sevilla, las altas temperaturas están acelerando la degradación de materiales de construcción tradicionales, reduciendo su vida útil drásticamente.

El enemigo invisible: microfisuras y deterioro oculto bajo la superficie

Lo más peligroso de este fenómeno es que gran parte del daño permanece invisible hasta que es demasiado tarde. Las microfisuras causadas por dilataciones térmicas extremas raramente son detectadas en inspecciones visuales rutinarias.

La tecnología está emergiendo como una aliada crucial en esta batalla. Los sensores embebidos en estructuras, la termografía infrarroja y el análisis mediante drones equipados con cámaras multiespectrales permiten detectar anomalías mucho antes de que sean visibles al ojo humano.

El desarrollo de sistemas predictivos basados en inteligencia artificial está revolucionando el sector. Estos algoritmos analizan patrones de deterioro y pueden predecir, con asombrosa precisión, dónde y cuándo aparecerán problemas estructurales. Sin embargo, su implementación sigue siendo minoritaria, generalmente limitada a edificios emblemáticos o infraestructuras críticas.

Adaptarse o colapsar: las nuevas estrategias para edificios resilientes al clima

La adaptación estructural se ha convertido en una prioridad. Los expertos coinciden: mantener los edificios con los protocolos del siglo XX es un suicidio en términos de seguridad y economía. El concepto de "edificio resiliente" está ganando terreno, con estrategias que van mucho más allá del simple mantenimiento correctivo.

En Holanda, país que lleva décadas lidiando con la gestión del agua, han desarrollado sistemas constructivos que permiten a los edificios "convivir" con inundaciones ocasionales sin sufrir daños permanentes.

Según estudios del Delft University of Technology, las estrategias de adaptación reducen significativamente los daños por inundaciones en zonas urbanas vulnerables.

La implementación de cubiertas verdes y jardines verticales no es solo una moda estética, constituye una estrategia efectiva para mitigar el efecto isla de calor urbana y proteger las fachadas de edificios.

Un estudio del Green Building Council muestra que estos sistemas pueden reducir las temperaturas superficiales de las fachadas hasta en 10°C durante olas de calor, disminuyendo significativamente el estrés térmico al que están sometidas las estructuras.

El coste de la inacción: cuando ignorar el mantenimiento se convierte en una factura imposible

Postergar el mantenimiento preventivo y las adaptaciones necesarias tiene consecuencias económicas devastadoras.

La Asociación Europea de Empresas de Rehabilitación Edificatoria (AERE) ha cuantificado esta relación: se estima que, por cada euro no invertido en mantenimiento preventivo, se acaban gastando entre 4 y 7 euros en reparaciones de emergencia.

En España, el problema adquiere dimensiones alarmantes. El parque edificatorio español es particularmente vulnerable, con más del 55% de los edificios residenciales construidos antes de que existieran normativas específicas sobre eficiencia energética o adaptación climática.

Según datos del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, se estima que la inversión necesaria para adaptar los edificios españoles a las nuevas condiciones climáticas superará los 120.000 millones de euros en los próximos 25 años,

La rehabilitación integral, que incluye refuerzo estructural, mejora de envolventes y actualización de sistemas, se perfila como la única solución viable a largo plazo. Los edificios que no se adapten verán reducida drásticamente su vida útil, pudiendo llegar a perder hasta un 40% de su valor de mercado en los próximos 20 años, según estimaciones del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja.

La alternativa a esta inversión no es el ahorro, sino un gasto mucho mayor en reparaciones de emergencia, sin contar el coste incalculable en vidas humanas si se producen fallos catastróficos en estructuras críticas.

El cambio climático ha transformado radicalmente las reglas del juego en la construcción y mantenimiento de edificios. Ya no es posible seguir construyendo o manteniendo estructuras como si el clima fuera a permanecer estable. Los materiales fallan, las estructuras se debilitan y los sistemas constructivos tradicionales se ven superados por fenómenos cada vez más extremos.

La buena noticia es que disponemos del conocimiento técnico, los materiales y los sistemas para hacer frente a este desafío. La pregunta que queda flotando en el aire es si seremos capaces de implementar estos cambios a tiempo o si esperaremos a que las catástrofes nos obliguen a actuar cuando ya sea demasiado tarde.

La resiliencia estructural de nuestros edificios no es un lujo, sino una necesidad urgente en un mundo donde lo extremo se está convirtiendo en lo habitual.

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