Quinto día de rodaje. Hasta ahora, hemos estado rodando una
secuencia veraniega alegre, le hemos dedicado varios días, y hoy tenemos que
ocuparnos de otra secuencia con un tono bien diferente, de frialdad y tristeza
invernal.
Para empezar, se requieren ensayos con los actores. Me resulta
extraordinariamente interesante presenciarlos: cómo la directora explica los
personajes, despeja dudas, como ayuda a los actores a entenderlos mejor y sus
conflictos, cómo les da pistas de cómo interpretarlos sin ser demasiado
conductista, cómo ellos los van redondeando, les van dando forma y
profundidad... Me impresiona notar su cambio de registro, y estoy convencido de
que los espectadores también lo notarán: verán la naturalidad con la que
Natalia Mateo dice frases realmente difíciles por su alta intensidad y carga
poética, se sorprenderán de ver a Arturo Valls dando vida a un personaje
trufado de matices bien diferente de lo que un simplista pudiera esperar de él,
y gozarán con el torbellino interpretativo de un actor como Francesco Carril
que, cada día que pasa, me convence más de que le queda un largo y exitoso
futuro delante de las cámaras.
La secuencia que rodamos es en el interior de una casa. La casa en cuestión,
cuando la vine a ver por vez primera, era un lugar de extraordinaria rudeza,
pues la familia que nos está cediendo generosamente la localización la empleaba
como el lugar donde llevar a cabo la matanza de cerdos para preparar embutidos.
De esta manera, lo único que tenía eran cuatro muebles gastados y sucios, y
numerosos ganchos de hierro de donde colgaban chorizos, morcillas y demás
delicias porcinas. La directora de arte, Anna, y sus encantadoras y diligentes
(a partes iguales) ayudantes, han transformado este espacio en la ideal cocina
de la casa de pueblo que siempre quise tener: ristras de ajos y guindillas, un
calendario taurino, retratos y figuritas encima de la chimenea, geranios,
coloridos visillos de florecillas... Nadie diría que se trata de un decorado, y
estoy seguro de que muchos lo confundirían con la cocina de su abuela.
Alfonso Postigo, el director de fotografía que ya fue el responsable de la
fotografía de la serie Crematorio o
de la película Pagafantas, está
consiguiendo exprimir toda la belleza a cada plano, con luces de evidentes
reminiscencias pictóricas y movimientos de cámara que me recuerdan a los
célebres planos secuencia de Berlanga mezclados con un lirismo propio de
Terrence Mallick. Su carácter sosegado ha encandilado a todo el equipo, que hacen
porras para adivinar su edad real (yo, que le he contratado, sé que tiene 42
años, aunque en realidad aparente treinta y pocos).
Percibo cómo, poco a poco, nos vamos acercando al final del rodaje, y me
entristece la idea de separarme de este equipo tan profesional como amable. Ya
no sé cómo expresarles mi agradecimiento por tenerles conmigo, lo satisfecho
que estoy con su trabajo, así que me temo que Jardiel Poncela se equivocó
cuando en su epitafio dijo "Si queréis los mayores elogios, moríos".
El Grupo Madridiario se cuela en el rodaje de 'Epitafios'
Me quedo corto (día 1)
Me quedo corto (día 2)
Me quedo corto (día 3)
Me quedo corto (día 4)
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