Alcalá de Henares no solo es la ciudad de Cervantes, las tres culturas o el yacimiento romano Complutum. También acoge un edificio que fue fiel testigo de la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo: la casa natal de Manuel Azaña, que ha visitado Madridiario. Aunque tiene partes que se conservan como si fueran de un museo, no está abierta al público.
Tan solo una placa gris en la que apenas se pueden leer las letras anuncia al viandante que está pasando por la casa donde nació en 1880 Manuel Azaña. La vivienda señorial, construida en el siglo XVI, refleja que el ex presidente de la República procedía de una familia acomodada, pero también que durante el franquismo se saquearon las propiedades del bando perdedor. El edificio fue durante tiempo la sede en Alcalá de Henares de la Falange Española.
María José Navarro Azaña, sobrina nieta del ilustre político español y heredera de la vivienda, abrió a
Madridiario las puertas de la casa familiar, al igual que hace con investigadores o fotógrafos interesados. La casa, con protección estructural, conserva rincones en los que parece haberse detenido el tiempo en 1936, pese a que se perdieron la mayoría de los muebles y objetos originales.
El inmueble está protegido. Es una construcción señorial y austera de estilo castellano, de unos 1.800 metros y dos alturas en la fachada, con un hermoso patio central rodeado por una galería de columnas. Está situado en pleno centro histórico de Alcalá, en el número 5 de la calle Imagen, y rodeado de dos conventos y la casa natal de Cervantes (reconstruida en el siglo XX al completo).
Asalto y saqueo La residencia pasó a la familia tras el matrimonio de un Azaña con una Catalineu. Manuel vivió allí durante su juventud, cuando se trasladó a Madrid para ocupar una plaza de funcionario. Al empezar la guerra, toda la familia huye a Francia. También una tía suya, que aún vivía en la casa de Alcala. Después, la vivienda fue asaltada, saqueada y ocupada por la Falange, que estableció en ella su sede local durante la posguerra.
En los años cincuenta, la familia vuelve a la ciudad complutense, pero tiene que buscar otro lugar para vivir. Al tiempo consiguen que el Tribunal de Responsabilidades Políticas les devolviese la vivienda, al ser propiedad de la hermana de Azaña. María José Navarro la conoció antes de mudarse allí. Solía ir con otros niños hasta el jardín en la parte de atrás, donde había una higuera, a comer sus frutos y a mirar a través de una valla cómo era.

La casa fue devuelta en mal estado y sin la mayoría de los recuerdos y las posesiones de los Azaña. Las pertenencias fueron repartidas entre los vencedores, pero por suerte una amiga de la familia consiguió quedarse con varios objetos, que ahora adornan la parte mejor conservada de la vivienda.
Como un museo Son tres las habitaciones que mejor recuerdan la España del primer tercio del siglo XX. Una de ellas se cree que fue el dormitorio de Azaña, otra es la alcoba de estilo veneciano de sus padres y la última un salón. En ellas, aún quedan daguerrotipos, fotografías y retratos de la familia, un piano, un escritorio, alguna lampara, un espejo o un reloj. También se conservan dos libros de finales del XIX, propiedad de la familia, aunque luzcan el sello de la Falange. "La virgen de la capilla también la saquearon", comenta la sobrina nieta, quien ahora está restaurando el altar para volver a montarla.

Esta zona de la casa está cerrada y raramente se abre hoy en día. Permanece como un museo, siempre preparado, pero no lo es. Aunque por Alcalá de Henares corrió el rumor de que se estaba estudiando crear una casa museo con el apoyo de las Administraciones, Navarro desmiente esta idea. "Nunca nos han propuesto nada parecido", sentencia. Es más, se queja de la falta de cariño e implicación de su ciudad natal hacia uno de sus vecinos más ilustres y habla con admiración de los homenajes que recibe en Montauban, el municipio francés donde murió hace poco más de 70 de años.
La rehabilitación de la casa nunca termina. Siguen restaurando muebles, decorando habitaciones, buscando el momento de poner a punto los artesonados y, también, adaptándola a las necesidades de una familia del siglo XXI. "Vivir en una casa así tiene responsabilidades, pero también alegrías", comenta Navarro.
Recuerdos La sobrina nieta de Azaña no tiene ningún sentimiento de revancha hacia el otro bando de la guerra que enfrentó a España entre 1936 y 1939. Esto teniendo en cuenta que sufrieron sucesos trágicos, como el exilio y el fusilamiento de un sobrino de Azaña, fiscal destinado a Córdoba, que "ni siquiera estaba metido en política", relata.
El enfrentamiento pasó, pero lo que no deja atrás es el deseo de saber qué pasó con este familiar asesinado, del que ahora han conocido que está enterrado en una fosa común, o con el proceso que sufrió Manuel Azaña después de muerto. Tampoco cesa en su empeño de honrar la figura del respetado estadista, literato e intelectual, colaborando con actos de homenaje y reuniendo recuerdos, libros y fotos de él en la que fue su casa. Todo ello por mantener su memoria, no solo la de las grandes conmemoraciones, sino también la del día a día.