A las 10.30 de la mañana, cerca de un millar de trabajadores de Metro de Madrid accedía a las cocheras. Atravesando las vías y buscando la sombra, trabajadores muy decididos, incluso padres con sus hijos, se mostraban firmes en
mantener la huelga "el tiempo que haga falta".

Los ánimos están
muy caldeados en la empresa pública. Especialmente en el gremio de conductores, que este martes ya boicoteó el intento de, Policía mediante,
poner en circulación la línea 8 hasta el aeropuerto. "
Yo no muevo un puto tren hasta que no me garanticen que no me quitan del sueldo", bramaba un conductor levantando la voz. La temperatura del estrecho recinto, alta de por sí, subía según se retrasaba el inicio de la sesión. En el interior, unas 300 personas esperaban a sus representantes. Fuera, otras 700 aguardaban la decisión sobre si respetar o no los servicios mínimos.
Con retribuciones que van desde los
26.000 a los
38.000 euros brutos anuales (dependiendo del puesto y la categoría), los empleados se niegan a ver recortado su salario después de haber firmado los convenios con la Comunidad de Madrid apenas hace unos meses. En efecto, el Gobierno regional quiere
extender el recorte de salarios de los funcionarios a las empresas públicas. Entiende, y así lo ha explicado la presidenta Esperanza Aguirre, que quienes tienen
"empleo fijo" deben apretarse el cinturón. Sindicatos y trabajadores advierten que ese intento es completamente ilegal y que la Comunidad sólo quiere aprovechar "para quitarse trabajadores de en medio". "Los privilegiados no somos nosotros que nos levantamos a las seis de la mañana, sino los políticos que no pagan su
coche oficial y tienen una
pensión después de trabajar ocho años. ¡Yo tengo que trabajar cincuenta!", abundaban.
Freno a los radicales
Diez personas componen el comité de huelga. Pasadas las 11 horas, hacían entrada con una propuesta en mano, la de respetar los mínimos el jueves y el viernes -pese a que una sentencia de Audiencia Nacional denegó en su día la validez de mínimos del 50%-, dar servicio completo el sábado, el domingo y el lunes. La razón, que los huelguistas necesitan "ganarse al pueblo de Madrid" y demostrar que la culpa la tienen "
unos políticos indeseables" después de "demostrar nuestra fuerza". La reacción fue inmediata: "¡Del 50% no, con el 30% es suficiente!", "Tenemos que parar el Orgullo Gay [
se celebra este fin de semana], que eso es dinero para la Comunidad y el Ayuntamiento. Nada de servicios mínimos", "¿Quién va a defender a los que nos pongan expediente?" y gritos de "Espe, Espe, especulación". Varios trabajadores tomaron la palabra, pero sólo la intervención de un veterano calmó los ánimos: "En la última huelga dijeron que
nos iban a echar a todos. Aguantamos y, bien, aquí estamos todos".
La votación dio la razón al comité, cuya propuesta salió adelante por mayoría. Antes, su portavoz, Vicente Rodríguez (Sindicato de Conductores), había advertido que "
si Metro clava la rodilla, lo hará el resto de empresas públicas, por eso tenemos que administrar las fuerzas. Es una huelga por la negociación colectiva". "La huelga no se acaba, sigue convocada y nosotros decidimos. Los madrileños nos están pidiendo un respiro. Si alguien piensa que con este gesto para los madrileños no volveremos a reventar la ciudad, lo lleva claro. Si hace falta
entrar a matar, entramos", concluyó asumiendo la promesa de que, si un solo expediente de sanción se consuma, la negociación se romperá.
Los sindicatos, con las manos libres para intentar llegar a un acuerdo de reducción del gasto
sin tocar los sueldos de los trabajadores, esperan ahora que éstos cumplan su parte y que toda la plantilla respete la decisión de la mayoría. "Todos a las cabeceras. Hay que informar a los compañeros". Y la Asamblea acabó.